Me
siento bien, me siento segura, me siento con un remolino de
sentimientos a los que acabo de quitar la anilla y están por
explotar en cualquier momento.
¿No es
increíble? ¿No es hermosa la vida?
Me
siento viva, me siento humana, me siento como una mariposa que alza
su vuelo guiada por el viento, recién nacida, ingenua, deseando
comerse el mundo.
¿Qué
curiosas son las cosas, eh? Ayer llorando, hoy riendo. Hace un año
creía que no podía seguir, que estaba estancada, que no sería capaz...y
mírame ahora, saliendo adelante poco a poco, manteniéndome a flote,
un salvavidas en medio del inmenso mar.
¿No es
maravillosa la vida? Que tengo el lujo de sentir, de ser débil y
caer, de levantarme y poder con todo, de reír, soñar, llorar, amar,
odiar, crecer, madurar.
Vaya
años... No puedo quejarme, estoy en contínuo aprendizaje, el
mundo me amolda a su forma, mi maestra, guiándome por esta sinuosa
carretera de la cuál yo soy la que elige que camino tomar. Y eso lo hace más emocionante aún, que por muchos baches que haya, soy yo la
que decide cruzarlos o no, que por muchas flechas que me indiquen a dónde
debo llegar, yo conduzco hasta sentirme como un pájaro al que acaban
de sacar de su jaula.
Sí,
tengo preocupaciones, como todas las personas. Al igual que para un
niño su mayor preocupación es jugar incansable hasta dejarse
amoratadas las rodillas como para un adulto en paro, no perder la
casa. ¿Piensas que no es lo mismo? Yo lo veo igual. Cada uno tiene
sus metas y obstáculos, pasando por distintas facetas a lo largo del
tiempo; y también lo hacen las preocupaciones.
Pero
pienso en ese peso que cargo. Pienso, pienso y pienso. Y ya no quiero
pensar más.
Quiero
actuar. Quitarme esa carga que me hace ir más lenta. Y veo que no me
cuesta nada hacerlo.
Nosotros
decidimos qué tipo de peso queremos llevar, si compartirlo o ser
independientes, si dejar que lo lleve otro, o descargar la mercancía,
si regalarlo o moldearlo hasta convertirlo en victorias, y no en
fracasos.
Me
siento libre, me siento feliz, contenta, alegre. Ahora lo entiendo.
Una
noche de Marzo, una joven de ojos tristes se hallaba contemplando una
hermosa luna llena, despejada y sola, sin el arropo de las estrellas.
Y se preguntó cómo no se sentía sola sin ellas. Sin embargo, la
luna no se hunde, si no que sale todos los días a alumbrarnos las
noches de nuestras insulsas vidas vacías. Una despejada noche de
Marzo, una chica de ojos tristes habló a la resplandeciente luna,
pero ésta no respondió. La luna, sabia y cambiante, observa
nuestros pasos, nuestro camino, qué estupidez estar triste cuando
estás vivo, tiene que pensar ella. La joven de ojos tristones lo
entendió. Vaya lágrimas había derramado en vano, vaya curva más
bonita se le dibujó en la comisura de los labios. Qué gran
espectáculo se fundió en el manto de la noche, cuán amigas se
hicieron.
Que
descargada me siento ahora. Renovada de energía, de ideas, de
oportunidades, de libertad, y felicidad. Que difícil se me hizo
soltar la cuerda que con tanto ahínco agarraba, y que fácil me fue
después, cuando la herida vio la luz.
Se
avecinan cambios, momento bonitos y feos, nuevas enseñanzas, y
grandes placeres. Vive, joder, vive, haz que valga la pena el latir
de tu asustado corazón. Siente. Y si te equivocas, te equivocaste.
Errar es de humanos.
Y no por eso,
tiramos la toalla así de rápido,
¿verdad?
Hoy me siento bien.
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