sábado, 27 de febrero de 2016

Amor platónico.

Hemos quedado en la parada de tren, mi corazón va a mil por hora, esperando ver esos enormes y hermosos ojos verdes. Los espero con ansias descontroladas, mi tez blanca se sonroja cada vez que ve pasar a alguien, pero no eres tú. Mi piel se eriza cuando ve a alguien parecido, pero la desilusión de que no seas tú me frena los impulsos. Mi mente piensa que tal vez no llegues, que no quieras verme. Me dispongo a ver la hora, es tarde ya, quizás deba irme. Quizás este no es mi sitio, no eres tú, no soy yo, ¿esto está pasando? Llevo esperando mucho rato y no apareces... ¿Es que no me quiere en su vida? Luego llega la fase de preocupación... ¿Y si le ha pasado algo? No llevo el móvil, a lo mejor ha llamado varias veces. Sigo esperando pero no apareces. Decido irme. Las mejillas se me ponen rojas de furia, de tristeza, de preocupación y de dudas. Camino a paso ligero pero derrotada, no puedo creerme que me haya hecho esto. Sonámbula de mis pensamientos escucho una voz conocida. Alguien dice mi nombre. ¿Es a mí? ¿Debo girarme? Me doy la vuelta y alguien me da un abrazo lleno de calor y afecto que me llega el alma. Es ella. Su perfume no engaña. Mi corazón se dispara de nuevo. Mi mente me traiciona diciendo que sabía que no podía dejarme allí tirada. Es tal y como la recordaba. La persona más perfecta de la Tierra. Y estaba en ese momento abrazándome. La abrazo, no quiero que vea mis ojos brillosos. Su sonrisa me invade el alma, mientras que me ahogo en el dulce aroma de sus castaños cabellos. Esos ojos no engañan, me han echado de menos y mi cara roja como un tomate también lo dice todo. Gracias por aparecer en mi vida, le doy las gracias al cielo, se las doy a la casualidad más bonita que quiso ponerte en mi vida. Ojalá yo sea suficiente por el resto de mis días. Aunque sé que no será así pero ahora sólo quiero disfrutar de este momento, y de que el tacto de su piel no se despegue de la mía el tiempo que pueda.

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