miércoles, 29 de agosto de 2018

La guerrera escondida.


Y ya no anda tras monstruos disfrazados de príncipes azules, 

porque la princesa se acabó convirtiendo en la guerrera

 a la que ya no le atan tus sucias cadenas
                                       y no viste con tules.

 Que lo único que quería era tiempo, 
          que se consume como el humo de un cigarrillo, 

esperando su condena con cada bocanada de viento,

que las horas pasan a minutos y sin embargo cuenta los segundos
                                          que le faltan para estar contigo. 

Que se repite a sí misma que el escudo que guarda, 
                 cuánto más grande, 
más pesada la carga pero a prueba de balas,
                       y ni tus flechas pueden hacerle ya nada. 

Hoy la princesa se ha despertado
 y ha pintado en su cara señales de guerra. 

Nos miramos confusas a través del espejo.
        Porque ella soy yo y yo soy ella, 
               pero tú ya no apareces en el reflejo.

(Des) ama.


Me descolocas.
Y no sé si echarle la culpa al viento o al tiempo. 
Es más, lo intento,
 tratando de juntar los kilómetros de uno en uno
para que los momentos que estemos juntos pasen lentos. 
 Y no te miento, cuando te digo que me descolocas, 
tus miradas me desnudan y me tocan,
 parpadeas, y ya cambia la cosa, una de cal y otra de arena, 
me sé el clásico de memoria, el mismo cuento con diferente persona. 
 Y no me arrepiento, sin dudar ni un segundo repetiría este bello tormento. 
Pero déjame claro tus sentimientos y sé honesto, 
 quiero quererte hasta que se conviertan en uno nuestros acentos,
o marcharme para siempre y odiarte sin argumentos.

Te he mentido.

Te aseguré que jamás volvería
ni a tener una pizca de compasión por ti.
Te prometí que te olvidaría,
cuando pasase el tiempo.
Te juré que no volvería a mirar(te)
ningún estado de whatsapp.
Te he mentido.
Te he vuelto a oler,
en otros cuerpo que no eran tú.
Te he mirado a los ojos
en diferentes colores de iris.
Te saboreé en ese último beso
de aquel desconocido del bar.
Te sentí cuando rompía en lágrimas
y ese amigo de turno me abrazó.
Te volví a releer una y otra vez;
aquellos "te quieros" que alguna vez quizás sentiste.

Pero me he dado cuenta de que los "té"
son más efímeros que una estrella fugaz.
Que te quise, pero que ya no te quiero.