Sentada en mi escritorio contemplando pensamientos grises,
interpuestos como
nubes en un día nublado
dejando entrever
algunas tonalidades de ese azul verano.
Recordando en bucle
atisbos de disputas,
números que suenan
al compás de Stairway to heaven
y la palabra
“estable” resonando en las noticias.
Pienso en el olor de
la última persona que abracé,
la fina línea que
separa la cordura de la locura,
la verdadera
esclavitud de aquel que se impone su propia cárcel.
El miedo que nos da
tomarnos un café con nuestro silencio,
o que los críticos
más excéntricos del arte hayan sido los primeros
en subir un nuevo
vídeo.
Matemáticos
llorando poesía, maestros en huelga permanente,
ingenieros que no
hay challenges que se les resistan
por instagram,
facebook o twitter.
Un rayo de luz se
desliza débilmente hasta acariciar mis pómulos,
su calor juguetea en
mis labios por ese beso que no me atreví a dar
y encoge mis pupilas
para disipar la nebulosa de mis estímulos.
Veo a Perséfone
poniendo en libertad a las prímulas,
sonrisas cómplices
a través de una pantalla,
arte en peligro de
extinción que florece de las mismas entrañas.
Sentada en mi
escritorio contemplando pensamientos grises,
el sol ha salido por
la ventana regalando esperanza,
y ahora ya no sé si
esto es real o solo es parte de mi propia vesania.