miércoles, 30 de octubre de 2019

El puzzle de mi vida.


Han descosido mi jersey favorito,
aquel que me regalaron mis padres
cuando tan sólo cumplía ocho años.
Ocho años que se convertirían en mi número secreto
cuando tiraba los dados y pedía un deseo.
Infinito, como pensé que sería mi jersey.
Con el tiempo aprendí a no amar de forma permanente
pues nada permanecía, ni los regalos, ni las personas.
Así que empezó a gustarme el dos,
quizás porque el uno se me quedaba corto
y necesitaba que alguien me dijera:
tranquila, también estoy yo

La niña que nunca creyó en el amor
y sin embargo, soñaba con besar a su príncipe azul.
La que escribía sobre amores imposibles
y como darse con la misma piedra una y otra vez.
La niña que amaba con locura su jersey
que no sabía que por mucho que lo cuidaras,
tenía un límite.

La que el tiempo la enloquecía porque sabía que
poco a poco, se terminaría agotando.
Como se le acabó a la abuela del décimo c,
o cuando intentaba estirarlo al máximo
al ver lo que más temía en casa,
cupido diciendo adiós.

Han descosido mi jersey favorito
y creo que lleva así desde hace años
pero estaba tan apegada a él
que era incapaz de tirar algo que me había hecho tan feliz.

Supongo que por eso me ha costado tanto
aprender a irme cuando ya no podía más
porque soltar a veces es querer(te)
y querer significa no dañar.

Al primer chico que besé y nunca podré olvidar,
al que me hizo ruborizarme horas seguidas,
al que me enseñó lo que no quería jamás,
al que extrañé en aquella despedida
y al que me mintió en aquel bar.

Mi jersey favorito es translúcido,
pero no sólo lo atraviesa la luz
también hace partícipe a la oscuridad.
Probablemente este sea el poema de mi vida,
y sin embargo, me siento al otro extremo.

Mi jersey ha muerto, sí.
Pero yo ya no lo quiero.
Porque sólo me hace arrastrar lastres
que el tiempo aún limitado, no borra.
Así que hoy me deshago de ti,
temblorosa,
porque sé que no va a hacer que lo malo desaparezca.

Hoy quiero ponerme guapa y brindar
por todo lo que todavía tiene que pasar
entretejiendo una nueva bufanda en la que
sólo incida lo que me haga brillar.

Brindo por mí y esa fortaleza que me destaca,
por no hundirme aun ni viendo salida en la calle,
por la supervivencia y aún así seguir viviendo.
Brindo por la vida que no me traga ni queriendo
y a la que yo, le sigo haciendo jaque.